La Constitución cumple treinta años

En el Parlamento de Canarias se celebró un acto institucional con motivo del XXX Aniversario de la aprobación de la Constitución Española.

5/dic/2008

Intervención del Presidente de la Cámara Legislativa, Antonio Castro, en este acto:

Nuestra más cordial bienvenida al Parlamento de Canarias y nuestra mayor consideración por su presencia en este acto que recuerda que, en 1978, los ciudadanos aprobaron la Ley de Leyes que garantizaba sus derechos y regulaba la convivencia en libertad, la Carta Magna que devolvía a España la deseada democracia.

Treinta años después, nos reunimos para renovar nuestro compromiso y para agradecer al pueblo que representamos su ilusión y templanza, su comportamiento ejemplar que ha posibilitado las mejores décadas de nuestra historia contemporánea.

En esta ocasión y a propuesta de la Junta de Portavoces, lo hacemos ante unos invitados especiales, que tienen en común la fecha de nacimiento: el 6 de diciembre de 1978, día del referéndum constitucional. Todos ellos, desde distintas profesiones y cometidos, son dignísimos representantes de la sociedad canaria: Antonio José Darias Alvarez, Patricia Bernal González; Mónica Pulido Martín, Nauzet Betancor Santana, Vanesa Falcón Ortega, Juan Antonio Camacho González, Ramón Lemes Curbelo y Luci Rodríguez Marrero, madre además de una niña de un mes. El mejor modo de honrar las bondades de la historia es proyectarla en el presente y hacia el futuro, el futuro que todos ustedes, representan.

La Constitución más amplia en contenido de cuantas rigieron el Estado, estableció, impulsó y articuló el autogobierno de Canarias, mediante un Estatuto que, como ella misma, salió de la negociación franca y abierta y, sobre todo, de la voluntad de las fuerzas políticas y sociales, persuadidas de que el futuro común justificaba todos los esfuerzos.

La efeméride resalta el consenso en aras del interés general que, antes y ahora, prevalece sobre los intereses de las partes. Y recuerda, además, que la existencia de una democracia sólida y con leyes eficaces para su ejercicio, control y garantía, une a los demócratas por encima de cualquier circunstancia.

Expresamos nuestra tristeza e indignación por el asesinato del constructor Ignacio Uría, tiroteado a la salida de su casa en Azpeitia; nuestro pésame y solidaridad a su familia, a los trabajadores de su empresa y al conjunto de la sociedad vasca y española que repudia la barbarie. Sumamos nuestra voz a las voces de las instituciones, partidos, sindicatos, organizaciones económicas, sociales y culturales y ciudadanos que condenaron el atentado del miércoles y confiamos en los mecanismos legales para detener y juzgar a los culpables y para erradicar el régimen de terror que quieren imponer los violentos.

Los tiempos difíciles no deben ensombrecer el hito luminoso de esta fecha. Por el contrario, debemos actualizar los valores que la adornan; porque esas fueron las herramientas que hicieron posible la transición hacia un sistema democrático y la modernización de las estructuras sociales, económicas y culturales del estado.

Afectados por la primera crisis de la globalización, con efectos generales y cuadros diferentes en los territorios, se imponen y justifican consensos y renuncias generosas para llegar a compromisos leales en beneficio del común de los ciudadanos, cuyas prioridades son, tienen que ser, el norte de la actuación política.

Junto a las recetas generales del saneamiento y la regulación del mercado, la protección de la franja más amplia y sensible de la población es una exigencia estratégica y ética, defendida desde todas las posiciones, ante la que debemos sumar voluntades y fuerzas. No es útil ni bueno que el debate partidario demore las soluciones que reclaman los más necesitados.

Desde la fortaleza del estado de derecho y la madurez ciudadana, tenemos la obligación de alejar el ruido y la hojarasca de las grandes cuestiones que afectan e importan a la gente, y hacer un sano ejercicio de pragmatismo en el análisis de los problemas y en el avance de las soluciones; tenemos que recuperar la confianza para afrontar las decisiones comunes y salir fortalecidos de las coyunturas históricas que, de vez en cuando, prueban la grandeza de los pueblos.

La Constitución, que fijó la naturaleza de los derechos y las libertades públicas, el modelo económico, y la organización territorial, basada en la pluralidad de las nacionalidades y pueblos, determinó también rumbos y mecanismos para la cohesión y la solidaridad. Y en las circunstancias actuales, los poderes públicos debemos hacer efectivos los derechos al empleo, la protección social, la educación, la salud y la vivienda digna y, la atención prioritaria de los más débiles.

La política, en su mejor expresión y alcance, necesita hacer ejercicios diarios de eficacia y pedagogía. Creo interpretar muchos testimonios y sentimientos afirmando que vivimos un ciclo trascendente y complejo ante el que no caben, en ninguna esfera pública, distracciones ni frivolidades. Ante la gran responsabilidad, no caben disputas por las responsabilidades puntuales.

La crisis económica, y sus secuelas sociales, relegan el proceso de construcción y ajuste de la Unión Europa, imprescindible para garantizar su autonomía y peso en el nuevo concierto mundial, con las superpotencias orientales en imparable crecimiento.

Puede retrasar, aún más, la construcción paralela de un espacio político y social, consecuente con la cultura europea y garante de los derechos que alientan a sus democracias y disfrutan sus ciudadanos, en un nuevo horizonte de relaciones internacionales.

La presencia de Canarias en el constitucionalismo pasó de la mera nominación a la incorporación de las singularidades geográficas, históricas, económicas y fiscales. En 1978 se plasmó el primer retrato de nuestra realidad política y social, marcada por hechos diferenciales reconocidos. En el título VIII se formuló el régimen de autogobierno que, en el último cuarto de siglo, corrigió viejos desequilibrios, integró el territorio y aportó niveles de bienestar hasta entonces desconocidos.

Las necesidades y aspiraciones de Canarias están en el ideario de los partidos políticos y, en concreto en los grupos de nuestro arco parlamentario, a los que me honra representar en este acto. A todos, sin excepción, nos toca dar pasos hacia un ideal de confluencia que asegure al Archipiélago los medios e instrumentos para alcanzar los objetivos de desarrollo y aprovechar las ventajas de nuestras características especiales y la posición geográfica.

Así como la prudencia no se compadece con la prisa, la aceleración histórica no permite retrasos. El tiempo perdido siempre pasa facturas y todos tenemos derecho, y más aún los jóvenes, a un porvenir sin cargas.

Las instituciones y las fuerzas políticas, sean gobierno o leal oposición, deben hacer los deberes con diligencia y dignidad, con apertura a las iniciativas ajenas, con la cultura de diálogo y pacto que hizo posible los avances de los últimos años y es vital aquí y ahora. La gente, nuestra gente, se preocupa por los problemas que la aquejan y nos piden respuestas a su medida.

En la agenda urgente están la conclusión de las reformas estatutarias; las sentencias del Tribunal Constitucional sobre contenidos estatutarios y el nuevo modelo de financiación mediante una fórmula pactada entre el gobierno del estado y los gobiernos autonómicos.

Es conveniente para la salud democrática perder los miedos semánticos y las actitudes recalcitrantes. En un lúcido ensayo, el profesor Joan Romero, recomienda a “los centralistas aceptar que España no es sólo la Administración General del Estado” y tratar a las comunidades, cada una con sus singularidades, como parte intrínseca del estado y, en consecuencia, como actores directos y responsables de su avance y armonización.

Para esos fines es preciso cambiar algunos modos y devolver al léxico y al afán diario, términos de probada eficacia en el arranque y desarrollo del autogobierno; usar valores expresivos de un compromiso mutuo: lealtad constitucional y lealtad, confianza y respeto entre las instituciones; cohesión y solidaridad interterritorial; coordinación y cooperación entre todas las esferas de gobierno para satisfacer mejor los intereses generales y servir mejor a los ciudadanos.

Desde la experiencia superada y los cada vez más complejos procesos de la globalización es urgente y necesario definir la situación de Canarias y, en ese sentido, me reafirmo en las reflexiones hechas aquí mismo, tal día como hoy, hace un año. Es imprescindible desarrollar todas las facultades contenidas en nuestra Constitución para el ejercicio de nuestro autogobierno. Y aún más: Tenemos que aprovechar las nuevas posibilidades que traería la reforma constitucional que reclaman líderes políticos y recomiendan expertos constitucionalistas. Una reforma con las garantías del texto original y la lealtad y el proceso de diálogo que determinaron su nacimiento, con el respeto que se ganó su apertura y eficacia a lo largo y ancho de estas tres décadas de convivencia plural y de progreso.

A ese respecto resultan instructivas las frases de dos políticos que protagonizaron la alternancia de poder que cortó la dinámica de enfrentamientos civiles del siglo XIX. Cánovas definió la política como “el arte de aplicar en cada época la parte del ideal que las circunstancias hacen posible”; Sagasta, por su parte, calificó las diferencias partidarias como tormentas en el aire y concluyó que, “para hacer algo bueno, para trabajar para el mañana, es preciso actuar de común acuerdo”.

Las palabras de estos ilustres tribunos se ajustan a las exigencias de esta hora histórica y a las convicciones sinceras de quien les habla en este acto.

En suma: Necesitamos una reforma hecha con el trabajo de todos y para todos, como la propia Constitución que celebramos, que atendió las realidades y las aspiraciones de su tiempo y que, por su generosa previsión, incluyó en su articulado los mecanismos de reforma y adaptación a las exigencias de futuro.

Hemos recorrido juntos este tramo del pasado. Ha sido una misión fructífera y de progreso. Ahora toca hacer el futuro, para tiempos nuevos y apasionantes. La difícil coyuntura económica se superara con el esfuerzo y el trabajo de todos. Las necesarias reformas políticas se deben hacer sin pausa, con diálogo y consenso y con la debida lealtad institucional desde la responsabilidad común. Y, sobre todo, con la ilusión colectiva, que según Goethe, es el auténtico alimento de los pueblos. Muchas gracias.

Parlamento de Canarias, 05/12/2008 (Salón de Actos)